“Un motivo es un propósito intelectual” Oscar Wilde
Ese impulso que nos llama a movernos suele estar precedido por una intención definida. Es el apalancamiento que por momentos requerimos para ir en búsqueda de nuestros sueños. Es la fuerza requerida para avanzar un paso más cuando la fatiga o la indecisión se manifiestan. Es la voz de aliento en el momento preciso, cuando claudicar parecería ser una opción.
Un buen motivo puede ser encontrar al final del camino a ese alguien que nos espera con ilusión y prepara el ritual del encuentro como algo sagrado; aquel que sin mediar palabra te entrega todo con un gesto. O también puede serlo, el buscar la maestría de la vida conjugándola en presente. O quizás descifrar códigos de sabiduría que cambien nuestros puntos de vista para no reñir ya más y alimentar desde el corazón la próxima palabra que contribuya a crear los escenarios propicios para respirar armonía.
Un motivo puede ser lo suficientemente potente como para que cada día sea recibido con interés y respeto por lo que llega. De esta manera cada instante ha de transcurrir con asombro y admiración, con aprecio y gratitud sin fin, para percibir la diferencia entre lo que antes era apenas un proyecto y que ahora se cristaliza e invita a la siguiente jornada, casi sin descanso, porque hay una fuerza mayor que jalona y espera nuestra mejor versión. Eso, por supuesto, agrega valor y cataliza sentimientos para que lo que antes deseamos fervientemente, se vista ahora de alegría plena.
Un buen motivo puede inspirarnos para volver a lo seguro, sanando y aliviando viejas heridas. Protegiéndonos de fuerzas poco obvias que por momentos enrarecen el entorno, para revelar luego las bendiciones que siempre nos son dadas. Puede también identificar con claridad los mejores argumentos para comenzar a destilar lo esencial de nosotros que resulta ser lo que diluye el sufrimiento y funda las bases del pensamiento consciente.
Es bueno repetir en voz alta las razones que eliminan los obstáculos para que siempre los motivos tengan poder propio y correspondencia directa con la Fuente de todo. Así el enojo y la hostilidad serán erradicados de nuestras emociones para dar paso a nuestros atributos mayores.
Que cada día se manifieste con todo su potencial. Que cada acción sea una buena inversión para que los dividendos sean expresados en sonrisas, música y paz interior. Que cada escrito sea un motivo para plasmar las mejores alabanzas a la existencia…
Alejandro Posada Beuth