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Una certeza

“No hay nada tan cierto como que no es posible tener certeza de nada” Jesús Campos

Todo es un enigma. Aún aquello que parece demasiado obvio puede convertirse en un misterio porque surgen nuevas variables que hacen que la verdad absoluta se desvanezca y que sigamos en la continua búsqueda de respuestas. Los dogmas se debilitan cuando la brújula apunta hacia la sabiduría, cuando la duda ejerce su derecho a asomarse, cuando la curiosidad intenta nuevas formas.

Podríamos decir que en un universo de probabilidades, entre lo conocido y lo que ignoramos, la certeza se redefine y se reinventa constantemente tratando de desplegar nuevos pensamientos que conduzcan a experiencias y emociones que reemplacen comportamientos memorizados para desconectarnos del pasado y de las predicciones y así crear nuevas miradas para estar en constante evolución, en un intento por regresar al centro.

Por eso vale la pena mencionar que, aunque temporalmente, nuestro corazón es el que nos habla de certezas. Es él, el que confirma que en el brillo de los ojos se manifiesta el alma, el que filtra lo que no es real, el que nos avisa incluso antes de que nuestro cerebro logre dilucidar lo que perciben los sentidos, el que eleva nuestras vibraciones para comprender al otro. Es también el que sin descanso, latido a latido, nos va mostrando el sendero por el que debemos recorrer, el que hace que la confianza vuelva a nosotros, pero también el que intuye lo que intenta romper nuestra integridad.

Tristeza, culpa, vergüenza, desvalorización e inseguridad entre otras, deben ser vencidas y reemplazadas por certeza, convicción, persuasión y sentimientos que nos den cobijo en momentos de adversidad. Las anclas deben ser levadas con el propósito firme de salir en búsqueda de nuevos horizontes, en procura de recuerdos del futuro que hagan de la alegría un presente que nos permita salir del enojo que ni siquiera nos pertenece.

Esto es darle paso a la inspiración y la gratitud, activar los genes de la sana convivencia y crear secuencias de sueños colectivos, que hagan de la vida una aventura apasionante. Es volver a inscribir los hologramas del amor que nos lleven de la intención al cambio para que, el nuevo Yo, encarne al maestro que ha recorrido la senda del aprendiz y que asume las lecciones desde la liviandad, tomando riesgos pero con la certeza de que el nuevo amanecer vendrá colmado de hábitos de abundancia para volver a querernos como es debido…

Alejandro Posada Beuth

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