“La dignidad es la recompensa de obedecer a tu corazón” Wes Fesler
Encontrar una mirada transparente y serena en quien nos mira desde el espejo, suele ser el resultado del valor que le damos al ser que somos. La sonrisa que encontramos en esa imagen es signo de autoestima, consideración y reverencia, cualidades estas que nos conducen a protegernos mutuamente y a edificar relaciones que se fundamenten en el respeto y la atención por los demás.
A pesar de nuestras vulnerabilidades, algo que no admite negociaciones es la dignidad. La firmeza y determinación con que conservemos nuestra escala de convicciones y creencias, ha de generar la recompensa de sentirnos bien, sin estar tentados a esconder la mirada y, por el contrario, nos lleva a aceptar los desafíos con la frente en alto, teniendo el mayor cuidado por el otro, siendo compasivos y enriqueciéndonos mutuamente desde el abrazo a las diferencias.
Cualidades como el decoro, la lealtad, la hidalguía y el compromiso hacen parte primordial de la dignidad. Por más que evolucionemos, hay virtudes que permanecen inamovibles a pesar de nuestras transformaciones internas y que son la base del encuentro sereno con lo cotidiano. Los límites infranqueables señalan siempre que en este aspecto, más que jerarquías o títulos, existen compromisos que deben ser elevados a la categoría de lo sublime. En muchas ocasiones lo que ignoramos nos somete y esclaviza. Por tanto, es un momento sagrado para liberarnos, honrando siempre nuestra esencia.
La dignidad trasciende credos, visiones políticas, razas o economías. Concede a cada ser el trato que se merece, el derecho a la esperanza y a vivir en ausencia de resentimientos o señalamientos. Eleva siempre la conciencia a niveles superiores para mirar con equidad y de manera armoniosa a todo aquel que reclama su espacio. No quita ni concede, solo entrega lo debido. No juzga ni condena, solo contempla y aprende lecciones. No interfiere ni obstaculiza, solo permite que las cosas fluyan manteniendo el equilibrio. No pisotea ni critica, más bien filtra y enaltece lo que ayuda a construir sobre los cimientos de lo verdadero. No desperdicia el tiempo en banalidades, mejor reconoce en él uno de los tesoros más valiosos de nuestra existencia.
Hagamos de la dignidad el pilar de nuestros principios para que, más allá del populismo o la demagogia, primen siempre lo indispensable y lo prístino para volver a lo simple y trascendente…
Alejandro Posada Beuth