“¡Cuánta grandeza, tener la debilidad de un hombre y la serenidad de un Dios!”
Lucio Anneo Séneca
Gestionar las emociones es uno de los grandes retos para llegar a un estado de equilibrio en todos nuestros planos y afrontar los momentos complejos que la vida nos ofrece para ponernos a prueba. Es despejar la niebla y encontrar refugio en momentos de paz y sosiego que nos permitan ver las situaciones desde la sabiduría y el entendimiento.
La serenidad hace parte del desarrollo de un buen carácter y evita el desborde de impulsos y emociones; nos ayuda a darle la justa medida a las cosas y permite que se despeje el horizonte para evitar la tristeza, la frustración o la sensación de derrota; mantiene la mente en un estado de calma para superar contextos que parecerían desfavorables y facilita actuaciones acertadas.
Instintivamente solemos estar en estado de alerta por cuanto interpretamos como amenaza muchos de los sucesos que se incrustan en un mundo repleto de demandas y presiones. Son tantos los estímulos que llegan que por momentos nos quedamos sin recursos para afrontar favorablemente lo cotidiano y es cuando las preocupaciones comienzan a ganar terreno y nos volvemos cautivos del miedo o la angustia que suelen ir de la mano de la necesidad de tener siempre el control.
La serenidad nos permite ver el mundo con mayor claridad, reflexionar y volver al centro cuando sentimos que las emociones nos superan. Es de esta manera como podemos dejar a un lado la ansiedad o la agitación que no son buenas consejeras, para sintonizarnos luego desde el equilibrio interior con todo lo que nos rodea. La inmediatez y la celeridad comienzan a quedar relegadas para dar paso a las ideas inspiradoras que solo estaban esperando la quietud y el reposo. Esto es volver a la confianza, la determinación y la seguridad para aplacar pensamientos tóxicos.
La serenidad permite controlar los movimientos y afrontar con valentía para evitar que las tormentas destruyan las perspectivas. Así mismo, despeja el sendero para tomar las mejores decisiones y resulta ser una buena aliada de la confianza entremezclada con la intuición, ingredientes perfectos para saborear los aciertos.
Que la claridad, el reposo y la fuerza de lo imperturbable nos acompañen y nos revelen la serenidad que habita en nuestro ser esencial…