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Vivir Es Aprender

Escrito por

Jorge Iván Carvajal Posada

Para ser buenos operarios no es suficiente conocer bien nuestros instrumentos. Para ser un médico cirujano no nos basta conocer bien la anatomía y la técnica quirúrgica. No nos alcanzan todos los conocimientos si falta lo esencial del ser humano: su humanidad. 

Y una educación humanizada, que poco o nada tiene que ver con la robótica de programas educativos prefabricados y enlatados, involucra tanto la sensibilidad como la responsabilidad, tanto la inteligencia cognitiva como la emocional.

EDUCAR: ¿FORMAR O DEFORMAR?

¿Deforman nuestras escuelas? ¿Forman nuestras universidades?

Suprimimos la infancia, atiborramos a nuestros niños y niñas de números y letras en la edad irrepetible de los juegos y los cuentos. Bloqueamos muy temprano los caminos mágicos de su imaginación infantil, atentando contra la creatividad que los podría hacer únicos.

Hemos formado para el éxito sin saber que éste no garantiza la felicidad. Hemos insistido en la cantidad de conocimientos, renunciando a la singularidad de esa sabiduría que cada cual alberga en su interior y le permite ser original.

La mejor escuela es la vida. 

La educación es el puente entre nosotros y nosotros mismos. Entre el ser y el hacer. Entre la tierra de la cultura y la semilla de nuestros talentos. No podemos permitir que el puente se siga derrumbando.

HIPERACTIVIDAD Y DÉFICIT DE CONCENTRACIÓN

Puede parecer que hoy los niños son más desatentos e inquietos, menos motivados y más impulsivos. Pero esta es la cosecha de una tierra en la que cultivamos una cultura acelerada, dispersa e irreflexiva. No atendemos, no cuidamos, no nos damos el tiempo necesario para amarnos.

La vida humana no es un recipiente vacío para llenar de conocimientos. Es una llama que sólo aviva una educación para la vida. Aprender, es encender. Saber no sólo es conocer, es también arder. Incluye tanto la razón como el corazón. 

El sabio está enamorado de la vida, de su asignatura. Se sabe único. Cada niño trae lo que trae, es ya un sabio a su manera, que podrá desarrollar su potencial si no atrapamos su diversidad original en el único cauce de la inteligencia cognitiva. La educación ha de ser un catalizador del potencial que nos permita la realización creativa del proyecto que cada uno viene a ofrendar a la vida.

Déficit de atención es también déficit de motivación. Nos faltan los motivos, aquello que nos mueve desde adentro. Lo que de veras nos conmueva. El educador no puede ser sólo un profesor que enseña el manejo de algunos instrumentos. Estamos urgidos de maestros que aviven con su vida el fuego de la motivación, que despiertan en sus alumnos la sed de conocerse y de saber. 

El maestro es un espejo en el que el discípulo se mira, para reconocerse único. Los buenos maestros y maestras no sólo enseñan acerca de las partituras de sus materias, ponen música a sus instrucciones y palabras. Cantan, danzan, se divierten con lo que hacen y lo contagian. Son cultos porque se han cultivado y enseñan a otros el arte de cultivar sus talentos. 

Saben que el aprendizaje es el arte de cultivarse sembrando en la tierra de la vida la semilla de los talentos.

LA ESCUELA DE LA VIDA

La vida es un proceso de cambio permanente, una experiencia de continuo aprendizaje. Y todos somos aprendices. Cada enfermedad, cada crisis, todos los fracasos y todos los éxitos, llevan lecciones implícitas que podemos aprender, porque todos han sido o van a ser nuestros maestros. 

Todas las escuelas se inscriben en la escuela de la vida. Si no avalamos lo que decimos con la vida, si no convertimos las teorías en hechos y enseñamos valores con el ejemplo, nuestros alumnos tal vez nos entiendan pero nunca nos van a comprender.

¿Qué tal si educáramos también para ser humanos, para ser auténticos, para la felicidad? ¿Qué pasaría si nuestra educación especializada en reproducir esquemas y protocolos que coartan la creatividad de cada cual, se pudiera dirigir a catalizar el potencial único del ser? 

Si todos, profesores, alumnos, maestros, pacientes y médicos, tuviéramos la humildad de reconocernos aprendices, la vida sería una escuela permanente. 

Podríamos saborear la vida, experimentar la integridad, valorizar nuestros verdaderos valores, vivir de verdad. Habremos aprendido la lección de la autenticidad, esa cualidad que nos da el valor incomparable de ser originales. Únicos.

Dr. Jorge Carvajal

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