El lenguaje corporal tiene un valor de comunicación que supera el de las palabras. Es tan importante la música del lenguaje, representada en la entonación y el ritmo en las secuencias de palabras, como la danza que las acompaña.
Cada forma de comunicación humana es también una danza sutil que involucra la actividad eléctrica sincronizada de miles de neuronas y los movimientos inconscientes del cuerpo y de las manos.
Podemos advertir así la indivisible conectividad de los elementos que intervienen en nuestro lenguaje, representada en la integridad de la música de pensamientos, emociones y palabras con la danza del cuerpo.
Los movimientos interpretan el ritmo y la cadencia de nuestra música interior en un lenguaje corporal que enriquece el valor de comunicación que tienen las palabras. Pensamos, sentimos, hablamos, resonamos y bailamos. Los movimientos y posturas de las manos son representaciones externas de la danza.
La geometría y disposición espacial de los sistemas orgánicos, nuestra propia anatomía, es un ejemplo de cómo la dirección del sentido evolutivo ha ido plasmando sus huellas en el cuerpo.
El diseño está impreso en nuestra geometría corporal, que pareciera guardar el secreto del progreso evolutivo de la corriente de la vida hasta la vida humana. Podríamos acelerar la aventura evolutiva implícita en los millones de años que han ido liberando las patas y las alas del animal hasta la forma humanizada de las manos, para comprender que éstas han representado el ascenso al hombre creador.
El proceso de humanización lleva implícito un progresivo movimiento de verticalización, que ha significado un modo nuevo de afrontar la gravedad, de contemplar el horizonte y de liberar las manos del artista y el amante que todos llevamos dentro. Todos estos movimientos han conducido a la remodelación de nuestros cuerpos, con la consiguiente liberación de las manos y la expansión del cerebro.
La marea evolutiva ha ido ondeando así de la mano de las manos, acompañando esas conquistas externas e internas, que sucesivamente nos condujeron desde las patas y las garras, a través de las manos dotadas para colgarnos, manipular las herramientas y modificar el entorno, hasta esa compleja función que ha convertido las manos en antenas del cerebro y el corazón. Las manos proyectan lo mejor de nuestros pensamientos y sentimientos para dar sentido a la vida en la armonía de una caricia, un poema o una escultura. Las manos constituyen en nosotros los mejores instrumentos del creador.