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Cambiar los hábitos para sanar la vida

Escrito por

Jorge Iván Carvajal Posada

Como gotas que horadan la piedra, nuestros hábitos esculpen nuestra fisiología.

Los alimentos que consumimos, las emociones que sentimos y expresamos con mayor frecuencia y lo que habitualmente pensamos y hacemos, establecen secuencias que se repiten cíclicamente, generando pautas y patrones que caracterizan nuestras vidas. Son los hábitos constitutivos de nuestro estilo de vida, establecidos por nuestras actividades, pausas y rutinas. Estos hábitos determinan en buen parte la calidad de nuestra salud.

EL CAMINO DE LOS HÁBITOS SALUDABLES

Nuestros hábitos conforman en su conjunto una forma de inteligencia adaptativa que inhibe o favorece la expresión de buen número de nuestros genes. Sabemos hoy, por ejemplo, que tanto los hábitos que inducen la respuesta fisiológica de relajación, como la costumbre de mantener un adecuado contacto con la luz solar, modulan una expresión adaptativa positiva de miles de genes.

Vivimos así en un contexto de hábitos, creencias y costumbres que se imprimen en nuestros campos de energía y modulan su fisiología. La dieta, el ejercicio, el reposo, el ayuno, la jornada laboral, el descanso o la expresión emocional forman en conjunto una onda rítmica que se manifiesta en el biocampo, un campo de energía que refleja en cada momento la calidad de nuestra vida. Este programa complejo es el sustrato de nuestro modo de vivir la vida, de gozar de la salud o de enfermar.

Los hábitos se convierten en nuestra biología.

LAS ENFERMEDADES CRÓNICAS GUARDAN UNA ESTRECHA RELACIÓN CON ESTILOS DE VIDA LIGADOS A HÁBITOS MALSANOS

En el espejo de la biología encontramos los reflejos de nuestros hábitos.

Las enfermedades crónicas guardan una estrecha relación con estilos de vida ligados a hábitos malsanos.

Cada célula posee sus propias oscilaciones y se comunica con otras células por resonancia. Los trillones de células del cuerpo coordinan entre sí sus actividades a velocidades fantásticas, lo que no puede ser explicado solamente por la bioquímica. Esta hipercomunicación es modulada por nuestros hábitos de vida que alteran positiva o negativamente la programación celular.

EL PRECIO DEL ÉXITO ES CON FRECUENCIA LA SALUD

Sistemas de creencias, hábitos y costumbres se convierten en pura biología.

En la tierra de la vida, las semillas de los hábitos siempre germinan. Los unos serán como malezas que interferirán con la cosecha de la salud. Los buenos hábitos conducirán a la realización. Podemos reconocer y seleccionar las semillas de esos frutos que en la cosecha de la vida representan lo mejor de nosotros.

El precio del éxito es con frecuencia la salud. No tiene sentido hacer muchas cosas y obtener resultados a costa de la vida, pues no se trata sólo de qué hacemos, se trata especialmente de cómo estamos cuando hacemos lo que hacemos, lo que determinará sin duda nuestro modo de hacerlo. El cómo estamos se puede ir convirtiendo en el hábito de estar de cierto modo, hasta que el estar se haga parte integrante de lo que somos y el cómo estamos determine el cómo somos, cómo nos comportamos, cómo actuamos. Actuamos generosamente algunas veces, muchas veces, casi siempre somos generosos. Del mismo modo podemos preguntarnos si somos simpáticos, cordiales, amables, críticos, glotones, reposados, ansiosos, estresados, depresivos…

Cómo se manifiesta el ser, su estar en la vida, se reconoce en nuestros sentimientos de malestar o de bienestar. Esto se relaciona con el estilo de nuestra vida, con nuestro modo de vivir, profundamente condicionado por nuestros hábitos. Como se vive se muere. Podemos cambiar la vida a condición de que cambiemos nuestros días, podemos cambiar nuestro modo de morir a condición de que cambiemos nuestro modo de vivir. Nuestro modo de estar presentes. Si un día podemos integrar el pensar, el sentir y el actuar en cada instante de una manera consciente, descubriremos con la alegría de una nueva inocencia, la fuerza serena de la Presencia.

EL HÁBITO Y LA DECISIÓN DEL CAMBIO

¿Cómo gestionamos la respiración, las relaciones, las creencias, la alimentación y, a fin de cuentas, la empresa de la vida? La primera gran gestión es la del cambio, pues la vida misma es un proceso continuo de renovación.

¿Cómo no resistirnos al cambio y atrevernos a liberarnos de falsas creencias y hábitos insanos? Hemos de renovar para ello la imagen que tenemos de nosotros mismos, lo que implica también una profunda transformación de nuestra visión del mundo, del proyecto y el sentido mismo de la vida.

Para lograrlo, en primer lugar, necesitamos reconocer que todos tenemos hábitos para cambiar, especialmente aquellos que no resuenan con nuestro proyecto de vida. Lo cual no es fácil ya que los hábitos también están inscritos en nuestra epigenética, nuestros programas celulares y nuestro campo neuronal.

En segundo lugar, necesitamos decidir con firmeza el cambio a realizar, y adecuarlo a nuestros valores y sentido de la vida. La vida es decisiva, instante a instante elegimos nuestro modo de respirar, de ejercitarnos, de reposar, de comer, de buscar placer, de relacionarnos. Una vez elegimos, ya sea buena o mala esta elección para nuestra salud, tenemos una tendencia natural a repetirnos, por lo que se hace necesario revisar los automatismos que dañan nuestra salud, para tomar la firme decisión de cambiarlos y perseverar en el cambio. Esto implica un viaje al interior, una toma de conciencia sobre lo que es dañino, aunque sea placentero. Una vez tomada la decisión tendremos que recorrer el camino que va de lo que al comienzo significa el esfuerzo de perseverar en una disciplina conscientemente repetida a la generación de un nuevo hábito que se incorpora en los ritmos de la vida. Entonces, a lo mejor respiremos más profundamente o meditemos cada mañana.

O ayunemos periódicamente y no comamos nunca más hasta saciarnos. O también simplemente adquiramos hábitos de escuchar, agradecer, sonreír, y así dejemos de transitar por el antiguo camino de la crítica. Para implementar este proceso de cambio podemos escoger las mejores herramientas, las que ya están incorporadas en nosotros. No son tanto los recursos externos que frecuentemente condicionan los procesos de cambio y nos conducen a la inmovilidad de la dependencia. Para no aplazar más la necesidad vital de renovarnos y cambiar, necesitamos un ingrediente mayor: la pasión por la vida. Así canalizamos la inmensa energía de las emociones constructivas que generan el poder mayor que acompaña nuestras decisiones hacia la correcta acción.

EL PODER DE LOS SENTIMIENTOS PARA REENCANTAR LA VIDA

Pensamientos, emociones e intenciones están animados por un modo de sentir que influye poderosamente en el resultado de nuestras acciones, y determinan si sólo somos exitosos o si también alcanzamos la plenitud, tan necesaria a la realización genuina.

Si nuestros estados de ánimo acompañan nuestras decisiones y éstas corresponden al proyecto de vida que permita dar lo mejor de nosotros, podemos ser felices. El arte de cultivar hábitos saludables induce esa comunicación armónica que se refleja en relaciones armónicas con nosotros mismos y con el mundo que nos rodea. Continente y contenido se complementan y completan. Las formas de vivir se convierten en el cauce del agua abundante de la vida. Entonces la vida fluye plena, sin obstrucciones ni desbordamientos. Los hábitos se convierten en los moldes precisos donde se vacía y se revela el diseño oculto en cada vida.

A lo mejor llegue así un día en el que las emociones constructivas sean parte esencial de nuestro estilo de vida, y el corazón pueda latir al compás del amor, expresando un alto nivel de coherencia cardíaca que armonice todos los ritmos de nuestra biología. Entonces la compasión formaría parte de nuestro estilo de vida. Esto no sólo mejoraría nuestra propia biología sino la de la madre tierra, pues ya el hábito malsano de consumir y contaminar sin responsabilidad ni medida sería asunto del pasado.

De un modo creativo, sin necesidad de juzgarnos o juzgar a otros, de castigarnos o reprimirnos, podemos crear nuevos hábitos que serán parte de un estilo de vida fresco y fluido en permanente renovación. Toda nuestra biología conspirará en la dirección elegida y esa misma energía que mueve nuestros pensamientos, sentimientos y acciones, se desviará hacia el nuevo cauce que hemos creado.

A través de nuestros hábitos somos creadores de salud o de enfermedad. La decisión de cambiar en dirección de la integridad, que es salud total, es sólo nuestra e implica múltiples renuncias, una gran capacidad de enfoque, consagrar lo mejor de nuestro tiempo a un nuevo cauce y saber convertir lo que en primera instancia es una disciplina en un hábito que fluye sin esfuerzo, porque está programado en múltiples niveles de nuestra conciencia, incluido el nivel de la biología.

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Jorge Iván Carvajal Posada
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