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Una experiencia en Bolivia (Juan Ramón Pérez Sánchez) Agosto 2017

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En agosto del 2017 tuvimos la oportunidad de realizar un viaje al mismo corazón de la zona kallawaya, en Bolivia. Dicen que los kallawayas, los médicos del inca son los primeros médicos de la humanidad.

Todo viaje supone una experiencia, y en consecuencia un aprendizaje. Es difícil poder expresar el aprendizaje de una experiencia como ésta, en dónde se realiza un viaje no se sabe si además de en el espacio también en el tiempo. Durante el transcurso del viaje tuvimos que acompañar a una compañera de vuelta a La Paz por una urgencia y en un plazo no superior a 12 horas habíamos pasado de tomar el desayuno en Amarete a estar cenando en un centro comercial en La Paz, que no difiere mucho de cualquier otro centro comercial que te puedas encontrar en Medellín, Madrid o Barcelona. Ahí puedes tomar plena conciencia de ese viaje en el tiempo.

Como estudiante permanente de Sintergética he buscado poder expresar de forma sintética lo que he aprendido en este viaje. Don Aurelio ha acudido en mi ayuda. Don Aurelio es un médico kallawaya, maestro de mi amigo Fadul (otro gran médico kallawaya y sintergético) que ya el año pasado intentaba explicarme que la medicina kallawaya y la medicina sintergética eran lo mismo. Fadul no comprendía que para una mente occidental como la mía era muy complicado asimilar este concepto. Con el paso de los años poco a poco la voy domesticando y este año más  o menos he podido comprender lo que me intentaba explicar Fadul. Aunque es este también un aprendizaje importante, me estoy desviando de la frase de don Aurelio que para mí sintetiza todo el aprendizaje de esta experiencia: “El problema de la sifilización, es que educa a los niños para competir y no para compartir”.

Sifilización no es la onomatopeya kallawaya de la palabra castellana civilización. Es un neologismo de don Aurelio, que a mi entender sintetiza bastante fielmente en lo que se ha convertido nuestra cultura occidental. Nuestra cultura se basa (a mi entender, es mi opinión, con lo cual tengo todo el derecho del mundo a equivocarme) en como prostituimos nuestras relaciones. Cómo nos comportamos en según qué contextos para poder conseguir el supuesto escalafón, al que además, ni siquiera consideramos que nos lo merezcamos. Y ahí andamos jugando con nuestros complejos de inferioridad y superioridad (en el fondo, las dos caras de la misma moneda: baja autoestima) dándonos codazos l@s un@s a l@s otr@s (a veces incluso codazos muy espirituales) para conseguir un buen lugar en esa absurda competición en la que hemos convertido la vida, en dónde si no tenemos una adecuada “pole position” nos sentimos fracasados.

Mientras tanto, como decía la canción, el tiempo pasa y la vida se va, y nos olvidamos de compartir momentos con nuestros seres queridos… y con los no queridos también.

¿Qué he aprendido? La sencillez. Perdón…supongo que el lector inteligente se habrá dado cuenta que me he pasado de síntesis y que lo que he aprendido es la importancia de la sencillez, no a practicarla. Eso, lo estoy aprendiendo.

Ya me gustaría haberla aprendido de verdad, haberla encarnado, pero soy hijo de la sifilización y ya cercano a mi medio siglo, aún sigo buscando mi propia esencia intentando alejarme de todos esos roles que la educación me metió en la cabeza de niño y no valen para nada. Me gustaría decir que ya estoy curado, pero no es cierto. Aún me preocupan chorradas que nada tienen que ver con lo realmente importante de la vida. Eso realmente importante me lo muestra don Aurelio cuando es capaz de compartir conmigo y con mis compañeros de grupo más de 4 horas de charla sin preocuparse absolutamente de nada. Simplemente compartiendo. Sin pedir nada a cambio. Compartiendo por el mero placer de compartir. Como también dice don Aurelio “estamos de paso, pasemos de la mejor manera, compartiendo”.

Es muy sencillo. ¿Por qué nos cuesta tanto llevarlo a la práctica en nuestra “sifilización”?

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