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Retorno al SER que Somos | Geobiología: El carácter del lugar sagrado
Existen lugares en el mundo a los que se les atribuye un carácter mágico y transcendente, lugares asociados con poderes ocultos, con el misticismo y la sanación, conectados con necesidades primarias y elementales del ser humano, como la salud y la fertilidad, premisas que permiten la mejor experiencia de vida y garantizan la continuidad de la especie en el ciclo infinito. Lugares donde además se busca saciar la ancestral necesidad humana de comprender lo incomprensible y desvelar los secretos del propio origen y destino en un universo de magnitudes inabarcables.
Lugares de mitos y dioses formados hace milenios, mucho antes que los humanos que los descubrieron y transformaron, algunos aun primigenios, como el monte Uluru en el ombligo del continente australiano, otros completamente transformados, como el círculo megalítico de Stonehenge, las inmensas pirámides de la planicie de Guiza, o la catedral de Chartres con su mistérico laberinto.
La geobiología estudia la relación y sinergias existentes entre la vida y las energías del lugar donde se desarrolla, y en el caso de los llamados ‘lugares sagrados’ se establecen relaciones singulares entre el lugar y la experiencia de vida. En los textos de geobiología dedicados a la arquitectura de lo sagrado se observa que los templos se encuentran edificados sobre acontecimientos geobiológicos de carácter claramente geopatógeno; es decir, en áreas de la tierra que tienen la condición de provocar enfermedades por el hecho de vivir expuestos a su carácter geobiofísico particular.
En principio, las fuerzas implicadas en la esencia de un lugar geopatógeno, un lugar sano y un lugar sagrado son las mismas. El carácter geobiológico de cada lugar surge de la interacción de las fuerzas geofísicas de la tierra con las energías del sol y el resto del cosmos que nos envuelve. Pero si el lugar sagrado tiene una naturaleza de carácter claramente geopatógeno y puede enfermar a las personas expuestas a su actividad geobiofísica, ¿cómo es que el peor lugar puede llegar a convertirse en un lugar excepcional capaz de proveer sanación y transcendencia?
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UN LUGAR SAGRADO NO ES UN LUGAR SANO
Los lugares sagrados tienen un marcado carácter geopatógeno, en ellos encontramos acontecimientos geobiológicos que tienen la misma naturaleza que los presentes en los lugares corrientes, pero con intensidades muy altas.
Las influencias geobiofísicas de estos lugares de alta intensidad geobiológica interactúan en los diferentes planos de existencia del ser humano, produciendo resonancias que permitirán conectar con los propios infernos, creando contracción y aislamiento, o con el ser más elevado y omnisciente, en conexión con el todo. Esto lo determina la polaridad del acontecimiento geobiológico y su interacción con el individuo expuesto. En estos lugares las energías empujan y arrastran cuerpo y espíritu, pudiendo ser curativas y espirituales en su medida justa, pero indudablemente no son ambientes para vivir lo cotidiano, sino lo transcendente.
Las fuerzas físicas se comportan igual que cualquier otro principio activo de origen animal, vegetal, o químico con capacidad para constituir un medicamento.
Hay lugares donde resulta fácil encontrar el equilibrio, no se hacen sentir, su carácter pasa desapercibido porque en ellos todo está en resonancia armónica con quienes los habitan. Se trata de lugares saludables e ideales para la vida cotidiana, lugares donde nutrimos nuestras necesidades geobiofísicas adecuadamente. El geobiólogo lo llama ‘lugares neutros’. Pero también hay lugares que rompen ese equilibrio y, en ocasiones, de manera extraordinaria. Lugares donde todo duele, hasta los recuerdos. Lugares donde el cuerpo y el alma se encuentran a oscuras, aislados, cerrados, desconectados. Este carácter geobiofísico del lugar mantenido en el tiempo enferma y enloquece.
También hay lugares donde las expresiones vitales, ideas, pensamientos y emociones, alcanzan su estado más elevado y creativo. Esto parece una cualidad positiva del lugar, y así es, pero a la larga desarraiga, evade, dispersa y, claro, también enferma. Se trata de desequilibrios en las fuerzas telúricas que imprimen el carácter geobiológico del lugar, y en el lugar sagrado se encuentran grandes desequilibrios. Hay que tener un gran carácter de espíritu para no dejarse arrastrar por las fuerzas que alberga al templo; el monje y el monasterio han de crear una interacción simbiótica en su convivencia cuando su relación es cotidiana.
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¿QUÉ ES “BUENO O MALO” CUANDO HABLAMOS DEL CARÁCTER GEOBIOFÍSICO DE UN LUGAR?
“Nada es veneno, todo es veneno: la diferencia está en la dosis”, decía Teofrasto Paracelso.
Como observó Paracelso, todas las sustancias son tóxicas a dosis altas, como el agua, el oxígeno y las vitaminas. La diferencia entre un veneno y un fármaco es la dosis administrada. El lugar sagrado es un área geopatógena de alta intensidad que hay que experimentar en dosis y tiempos adecuados. El secreto de la experiencia correcta se encuentra detrás de la posición de consciencia con la que afrontamos el lugar. ¿Cuál es el objeto? ¿La búsqueda de la reconexión con nuestra armonía y sanar una enfermedad, o llegar a rebasar los límites de nuestra consciencia?
Somos uno con el lugar, no hay nada fuera que no esté en nosotros, por eso podemos reconocerlo, el iniciado conoce los matices ocultos del lugar, puede disponer de su medicina en la medida justa y transcender.
EL LUGAR SAGRADO EN SU ORIGEN
Estos lugares no solo se encuentran en los templos y monumentos de carácter sacro. En su origen, el lugar sagrado se encuentra en la naturaleza, en praderas, montañas o bosques. En su origen, están las fuerzas naturales, fuerzas que encienden los motores de las encrucijadas de los templos. En ellos encontraremos el estado más puro de su expresión, sin memorias y sin direcciones predeterminadas por las voluntades del ser humano. En la naturaleza encontramos las energías de transcendencia en estado virgen, solo hallaremos el carácter geobiofísico del lugar, original y prístino, sin informaciones humanas añadidas.
En la naturaleza es fácil encontrar estos lugares, solo hay que conectar la búsqueda desde el corazón, con alma de niño, sin razón, y así el lugar se mostrará ante nosotros en reconocimiento mutuo.
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LA INFORMACIÓN DEL LUGAR, LAS INFLUENCIAS HUMANAS
Pero las energías geofísicas de un lugar transformado por el hombre no pueden separarse de los acontecimientos humanos impresos en él, pues la posición de consciencia marca las tramas sutiles del lugar incorporando informaciones que interactúan con los individuos expuestos, ya sea consciente o inconscientemente.
El observador afecta lo observado provocando así el colapso de la función de onda o de espín. Las leyes más básicas de la mecánica cuántica señalan que un sistema subatómico puede encontrarse en más de un estado a la vez, hasta que es reconocido y observado, entonces colapsa en un estado concreto, así la información cristaliza y queda impresa en las tramas sutiles del lugar.
Estas informaciones remanentes se imprimen desde los pensamientos, las emociones y los sentimientos por medio de ceremonias y rituales. Toda actividad creada por el ser humano marca las tramas sutiles del lugar en la medida de la intensidad de los acontecimientos. Y un lugar de energías extraordinarias magnifica la intensidad de los acontecimientos.
Además, las artes simbólicas que dan forma y color al templo incorporan las cosmogonías y mitos creados por las diferentes culturas del mundo para explicar su origen, su existencia y su destino a través de la pertenencia a lo divino. El egregor humano esculpe y dibuja las geometrías de su alma colectiva dejando así impreso en el templo su espíritu común. Con piedra y luz se levanta el templo como reflejo del universo próximo e infnito, los volúmenes surgen de las formas y los movimientos del cosmos. En el templo se reproducen las proporciones que describen el tránsito del Sol, la Luna, los planetas, las estrellas y las formas en las que evoluciona la vida. El templo es un reflejo del todo, el constructor conoce la obra del arquitecto divino e imita la obra de Dios. El constructor comprende y crea, y así el hijo expresa que es digno de su padre.
Consecuentemente observamos que el lugar sagrado es el resultante de una interacción entre las energías geobiofísicas del lugar y la consciencia humana que observa y crea los acontecimientos de sanación y transcendencia que en ese lugar del mundo suceden. Los mensajes se escriben en la trama del lugar en piedra, en la lengua del espíritu, entre las energías del cielo y la tierra, así las lee el alma y por su causa se transforma en un lugar del mundo de extraordinarias voluntades y energías.
Fernando Fernández Pérez
Vicepresidente de la Fundación para la Salud Geoambiental, Geobiólogo y analista en Salud Geoambiental. www.saludgeoambiental.org
Artículo publicado en la Revista Vivo Sano
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