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Renacer en Navidad. Que el dolor de tantas muertes nos revele el carácter sagrado de la vida
Hay algo en nosotros que se muere cuando muere el hijo, el hermano, el amigo, el padre, el otro. Daca o París, este organismo colectivo tan densamente interconectado en vivo, forma parte de todos nosotros: es componente de un solo tejido planetario, una sola madre patria viva en cada uno.
Esta Navidad no podrá ser la misma Navidad en el mundo cristiano después de los sucesos de noviembre del 2015. No será la misma Navidad en el mundo del Islam, ni en el mundo humano. Tendremos que renacer desde esta muerte interna. Y saber de verdad que nada pasa afuera sin que haya ocurrido adentro; que la punta del iceberg que hemos visto en Francia, España, Siria, Estados Unidos, Kenia o Ruanda, viene de algo profundamente sumergido en nuestro corazón humano. Nos hemos dividido, como si fuera posible seguir vivos al separar en nuestro cuerpo la cabeza del corazón. Hemos cambiado el religare sagrado de la genuina religión que une las ramas al tronco de un solo Dios, el del amor, por las ramas cortadas y resecas de la religiosidad dogmática.
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